“Los humanos son una enfermedad. Son el cáncer de este planeta. Son una plaga. Y nosotros somos la única cura”
Los niños son el futuro de Argentina, dicen quienes poco piensan en las niñas y niños de nuestro país. Me porto bien en casa y también en el jardín, canta la letra de una conocidísima canción, cuando se trata de obtener premios y beneficios a cambio de una obligación carcelaria y violenta. Estudia una buena profesión, que te recompense con dinero y fortuna, para que cuando seas anciano tengas dónde caer muerto, y no seas un fracasado o una mantenida.
Frases que se suman unas a otras, para construir un sistema educacional al que todo adjetivo parece quedarle bien. Autoritario o rígido, no se revelan las ideas que se concretan en asientos duros de los cuales los estudiantes no se pueden levantar. Los alumnos deben estar en silencio y sin moverse, las salas cuadradas o salones preparados para las exposiciones de un director que no dirige, como si fuese una Unidad Militar. En fiestas patrias, religiosas, aniversarios y en todas las oportunidades, promueven valores que endurecen los corazones de los chicos y los docentes.
Como pretende usted que le importe algo de lo que le esta enseñando, la noche anterior no pudo comer.
América Latina del siglo XX, refleja la diversidad de proyectos culturales subordinados a los valores de la élite: desde el individualismo neoliberal al colectivismo estatista, desde el conservadurismo religioso al laicismo radical. Algunos más, algunos menos, pero, tenemos comida en las escuelas gracias a que el hombre es el lobo del hombre y los políticos, nefastos, nos obligan a ser un poco mejores, ellos nunca nos van a ayudar.
Esta tipeada no es nueva, nada reveladora. Julio Barcos, hace casi un siglo desentrañaba algunos de los tabúes pedagógicos que poco o nada se debaten en las escuelas de educación de hoy en día: el maestro NO educa, si es que logra algo, como mucho, entrega instrucciones; los chicos se pertenecen a SÍ MISMOS y la educación, como práctica humana es de, absolutamente, todas las personas. La educación no les pertenece a grupos de elite, como pensamos en el siglo XV.
Un aire nuevo, no tanto en la sustancia, sino en el ánimo, hemos visto aparecer: la comunidad auto educativa, no anti institucional.
La educación no sólo como práctica instructiva institucional, sino también como una acción comunitaria, que rescata la solidaridad en tanto sea colectiva, que desarrolla la personalidad en tanto sea válida para el individuo que la porta. Saberes y sabores del conocimiento, que en su pluralidad logran revalidar las alternativas de enseñanza que cada pueblo fue construyendo en relación a la naturaleza, formas de alimentación, de ocupación de materiales y manufacturación. Educación contextuada, pero que está abierta y en relación a aprendizajes del mundo, valorando los elementos que contribuyan al equilibrio y que tiendan a la felicidad colectiva infantil.
No se otorga sentido a la acción dialógica (de parla y logos) de aprender y se coloca el acento en calificar. A la putatividad de buenos y malos, alumnos y profesores, amos y esclavos.
Por lo tanto, los aprendizajes son los juegos y las alegrías, amistades, pero también los fracasos, dolores y obstáculos, los elementos consustanciales e indisociables. Pan e instrucción en el verdadero progreso, supo entender Élisee Reclus. En gran parte estoy de acuerdo con El… cada tiempo tiene su ritmo, cada generación provoca sus preguntas, y tal vez sea nuestra generación la que deba preguntarse por la comunidad infantil y libre porque, son libres porque no son el futuro. Si por intermedios de la educación se libera a una persona, solo a una, habremos ganado una oportunidad para todos en la realización del ideal del buen vivir, de la felicidad, la libertad y la igualdad.
-M-